lunes, 10 de abril de 2017

DECIMOTERCERA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA, DÉCIMOTERCERA HORA
Jesús en la prisión

Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro; el corazón me late fuerte y delira de amor. Dime dónde estás? Ángel mío, llévame a casa de Caifás...Pero por más que busco, recorro e indago por todas partes, no te encuentro...pronto, amor mío, mueve con tus manos las cadenas con que tienes atado mi corazón al tuyo y atráeme hacia ti para que, atraída por ti, pueda emprender el vuelo para ir a arrojarme en tus brazos. Amor mío, ya siento que me atraes, herido por mi voz y queriendo mi compañía...pero veo que te ha puesto en la cárcel...y mi corazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me lo siento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido. Te veo con las manos atrás atadas a una columna, con los pies inmovilizados y atados, con tu santísimo rostro golpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbaras bofetadas recibidas...tus ojos santísimos están lívidos, con la mirada cansada y apagada por la vigilia; tus cabellos todos en desorden; tu santísima persona toda golpeada, y hay que agregar que no te puedes valer por ti solo para ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, oh Jesús mío, llorando y abrazándome a tus pies exclamo: Ay, cómo te han dejado, oh Jesús! Y Jesús, mirándome, me responde: Ven, oh hija, y pon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lo hagas tú junto conmigo y pueda Yo así continuar mi vida en ti. 

Y veo con asombro que en vez de ocuparte de tus penas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorificar al Padre para darle satisfacción por todo lo que nosotros estamos obligados a hacer, y llama en torno a ti a todas las almas para tomar sobre ti todos sus males y darles todos tus bienes...y como ya hemos llegado al alba del nuevo día, oigo tu voz dulcísima que dice: Padre Santo, te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo que me queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al día y el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de la gracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día, Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine en todos. Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quiero responderte por todas ellas, por sus pensamientos, por sus palabras, por sus obras, por sus pasos, etc.,a costa de mi sangre y de mi muerte. Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yo te agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo que me quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos los corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol Divino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar en todos. 

Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas por todas las primicias de los pensamientos, de los afectos y de las palabras que desde el principio del día no son ofrecidos a ti para darte honor, y reúnes en ti como si fueran uno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras de las criaturas, para dar al Padre la reparación y la gloria que ellas le deben. Jesús mío, maestro divino, ya que disponemos en esta prisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer no sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme toda en ti. Por tanto, me acerco a tu santísima cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tienen ni siquiera un pensamiento para ti; y fundiéndome en tu mente quiero reunir en ti todos los pensamientos de las criaturas y fundirlos en tus pensamientos para hallar suficiente reparación por todos los malos pensamientos y por tantas luces y santas inspiraciones sofocadas...quiero hacer de todos los pensamientos uno solo con los tuyos para darte la verdadera reparación y perfecta gloria. Afligido Jesús mío, beso tus ojos cargados de lágrimas y de tristeza. 

Y como tienes las manos atadas a la columna no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con que te han ensuciado, y como es insoportable la postura en que te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados para reposar un poco...y yo quiero enjugarte los ojos y suplicarte perdón, dándote reparación por todas las veces que no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte para ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacer y a dónde querías que fuésemos; y en tus ojos quiero fundir los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar con tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con la vista. Piadoso Jesús mío, beso tus oídos santísimos para repararte por los insultos de toda la noche, y mucho más todavía por el eco que resuena en tus oídos por todas las ofensas de las criaturas...y te pido perdón y te reparo por todas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos, fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, has repetido tu llamada, pero en vano...quiero fundir en tus oídos los míos y los de todas las criaturas para darte una continua reparación completa. 

Enamorado Jesús, beso tu rostro santísimo, todo lívido e hinchado por los golpes...y te pido perdón y te reparo por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas de reparación, y nosotros, uniéndonos a tus enemigos, te hemos dado bofetadas y salivazos...jesús mío, quiero fundir mi rostro en el tuyo, para restituirte tu hermosura natural y darte entera reparación por todos los desprecios hechos a tu adorable majestad. Amargado Bien mío, beso tu dulcísima boca, dolorida por los golpes y abrasada por el amor...y quiero en tu lengua fundir la mía y la de todas las criaturas, para reparar con tu misma lengua por todos los pecados y las conversaciones malas que se tienen. Quiero, sediento Jesús mío, hacer de todas las voces una sola con la tuya, para hacer que cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, tu voz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas voces de pecado y las cambien en voces de alabanza y de amor. 

Enamorado Jesús, beso tu cuello oprimido por esas pesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pecho hasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos te tienen fuertemente atado a la columna. Tus manos ya están hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ataduras, tanto que de ellas brota sangre...ah, Jesús encadenado, permíteme que te desate; y si gustas ser atado, te ato con las cadenas del amor, que siendo dulces te aliviarán en vez de hacerte sufrir...y mientras te desato, quiero fundirme en tu cuello, en tu pecho, en tus hombros, en tus manos y en tus pies para poder reparar contigo por todos los apegos y llevar a todas las almas las cadenas de tu amor, para reparar por todas las frialdades y llenar los pechos de todas las criaturas con tu fuego, porque veo que es tanto el que Tu tienes que no puedes contenerlo; para reparar por todos los placeres ilícitos y el amor a las comodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y el amor al sufrimiento...quiero fundirme en tus manos para reparar por todas las malas obras y por el bien hecho malamente y con presunción, y dar a todos el perfume de tus obras. 

Y fundiéndome en tus pies, encierro todos los pasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos a todos para hacerlos caminar santamente. Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndome en tu corazón, encierre todos los afectos, los latidos, los deseos, para repararlos contigo y dar tus afectos, tus latidos y tus deseos a todos, para que ninguno vuelva a ofenderte. Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido de la llave... Son tus enemigos que vienen a llevarte... Jesús, me siento estremecer! Me siento helar la sangre porque Tú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! Qué va a ser de ti? Pero me parece oír también el ruido de las llaves de los sagrarios... Cuántas manos profanadoras vienen a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazones sacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado a encontrarte... 

Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme en todas tus cárceles de amor para ser espectadora cuando tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y repararte por las ofensas que recibes... Pero veo que tus enemigos ya llegan, y Tú saludas al naciente sol, al último de tus días, y ellos, al desatarte, viéndote lleno de majestad y que los miras con tanto amor, en pago descargan sobre tu rostro bofetadas tan fuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con tu preciosísima sangre. Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolor te ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirte en todo lo demás de tu Pasión.

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA:
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

sábado, 8 de abril de 2017

DUODECIMA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 4 A LAS 5 DE LA MAÑANA, DUODÉCIMA HORA
Jesús en medio de los soldados

Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundida en tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de las espinas que herían a tu Corazón Sacratísimo; y queriéndome despertar contigo para ser una que conoce todas tus penas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte a tu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas me despierto. Pero, qué veo? Qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar tuyo y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que sólo tu amor podría soportar... Pacientísimo Jesús mío, qué podías esperar de gente tan inhumana? Ya veo que se divierten contigo y te cubren el rostro con densos salivazos...la luz de tus hermosos ojos queda eclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos de lágrimas por nuestra salvación, con ellos, de tus ojos retiras esos salivazos. Pero aquellos malvados, no soportando su corazón ver la luz de tus ojos, vuelven a cubrirlos de nuevo con salivazos...otros, haciéndose más atrevidos en el mal, te abren tu dulcísima boca y te la llena de hediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sienten asco; y como esos salivazos caen en parte, y en parte muestran la majestad de tu rostro y tu sobrehumana dulzura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan de ellos mismos...y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante y así poder del todo desenfrenarse contra tu adorable persona: de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies, vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre tu rostro y en tu cabeza, rasguñándote, tirando de tus cabellos y empujándote de un lado para otro... 

Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote en tantas penas...tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisieras cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho los corazones, pero tu amor me obliga a ver lo que sucede contigo. Y veo que no abres la boca, que no dices ni una palabra para defenderte, que estás en manos de estos esbirros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quieren; y al verlos saltar sobre ti, temo que mueras bajo sus pies... Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que siento por tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hiciera oír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al Espíritu Santo y a los ángeles todos, y aquí en la tierra, de un extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas las almas que te aman, a fin de que haciendo un cerco en torno a Ti, impidamos que se acerquen esos insolentes soldados para insultarte y atormentarte...y juntamente contigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobre todo los que cometen los sectarios sobre tu Sacramental persona en las horas de la noche, y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba. Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados, ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas tuyas, no quiere quedarse solo contigo, siente la necesidad de otra compañía...ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compañía; me estrecho fuerte a tu mano materna y te la beso. Tú fortifícame con tu bendición. Y Jesús, abrazándonos juntas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre su dolorido Corazón para consolarlo. Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendigo y en unión con Ella tomaremos el sueño del amor sobre tu adorable Corazón.

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

UNDECIMA HORA de la pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 3 A LAS 4 DE LA MAÑANA, UNDÉCIMA HORA
Jesús en casa de Caifás

Afligido y abandonado Bien mío, mientras mi débil naturaleza duerme en tu dolorido corazón divino, yo, entre la vigilia y el sueño siento los golpes que te dan y despertándome te digo: Pobre Jesús mío...abandonado por todos, sin nadie que te defienda! Pero desde dentro de tu Corazón yo te ofrezco mi vida para servirte de apoyo en el momento en que te hacen tropezar...; y me adormezco de nuevo. Pero otra sacudida de amor de tu Corazón divino me despierta, y me siento ensordecer por los insultos que te hacen, por las voces, por los gritos, por el correr de la gente...amor mío, cómo es que están todos contra ti? Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quieren despedazar? Siento que la sangre se me hiela al oír los preparativos de tus enemigos; tiemblo y estoy triste pensando qué podré hacer para defenderte. 

Pero mi afligido Jesús teniéndome en su corazón, me estrecha más fuerte y me dice: Hija mía, no he hecho nada de mal...oh, el delito del amor contiene todos los sacrificios, el amor de precio ilimitado...aún estamos al principio; mantente en mi corazón, observa todo, ámame, calla y aprende. Haz que tu sangre helada corra en mis venas para dar descanso a mi Sangre, que es toda llamas. Haz que tu temblor esté en mis miembros para que fundida tú conmigo, puedas estar firme y calentarte, para que sientas parte de mis penas y al mismo tiempo adquieras fuerza al verme tanto sufrir. Esta será la más hermosa defensa que me hagas; séme fiel y atenta. Dulce Amor mío, el escándalo de tus enemigos es tal y tan grande que no me permite dormir más; los golpes se hacen cada vez más violentos...oigo el rumor de las cadenas con las que te han atado tan fuertemente que te hacen sangrar por las muñecas, y vas dejando las huellas de tu Sangre en aquellas calles. Recuerda que mi sangre está en la tuya, y al derramarla, mi sangre te la besa, la adora y la repara; y mientras te arrastran y el ambiente ensordece por los gritos y los silbidos, haz que mi sangre sea luz para aquellos que de noche te ofenden, y un imán que atraiga a todos los corazones en torno a ti, amor mío y todo mío. Ya llegas ante Caifás, y te muestras todo mansedumbre, modestia, humildad...tu dulzura y tu paciencia es tanta como para aterrorizar a tus mismos enemigos, y Caifás, todo una furia, quisiera devorarte... Ah, que bien se distingue a la inocencia y al pecado! 

Amor mío, Tú estás ante Caifás como el más culpable, como quien va a ser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles son tus delitos. Ah, mejor hubiera hecho preguntando cuál es tu amor! Y hay quien te acusa de una cosa y quien, de otra, diciendo necedades y contradiciéndose ente ellos; y mientras ellos te acusan, los esbirros que están junto a ti te tiran de los cabellos, descargan sobre tu rostro santísimo horribles bofetadas que resuenan en toda la sala, te tuercen los labios, te golpean..., y Tú callas, sufres y, si los miras, la luz de tus ojos desciende a sus corazones, y ellos no pudiendo sostener tu mirada se alejan de ti pero otros intervienen para hacerte sufrir más... Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que aguzas el oído y que el corazón te late con mayor violencia, como si fuese a estallar por el dolor...dime, afligido Bien mío, qué sucede ahora? Porque veo que todo eso que te están haciendo tus enemigos, es tan grande tu amor que con ansia lo esperas y lo ofreces por nuestra salvación; y tu corazón repara con toda calma las calumnias, los odios, los falsos testimonios, el mal que se hace a los inocentes con premeditación, y reparas por aquellos que te ofenden por instigación de sus jefes, y por las ofensas de los eclesiásticos...pero ahora, mientras en unión contigo sigo tus mismas reparaciones, siento en ti un cambio, un nuevo dolor no sentido nunca hasta ahora. Dime, dime, qué pasa? Hazme partícipe en todo, oh Jesús. 

Hija, quieres saberlo? Oigo hasta aquí la voz de Pedro que dice no conocerme, y ha jurado y ha perjurado por tercera vez, que no me conoce... Oh Pedro! Cómo? No me conoces? No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor! Oh, cuánto mal has hecho al seguirme desde lejos y exponiéndote después a la ocasión! Negado Bien mío, cómo se conocen inmediatamente las ofensas de los tuyos más queridos. Oh Jesús, quiero hacer correr mis latidos en los tuyos más queridos. Oh Jesús, quiero hacer correr mis latidos en los tuyos para mitigar el dolor atroz que sufres, y mi palpitar en el tuyo te jura fidelidad y amor; y yo con él, mil y mil veces repito y juro que te conozco...pero tu amor no se calma todavía y tratas de mirar a Pedro. 

A tus miradas amorosas, llenas de lágrimas por su negación, Pedro se enternece, llora y se retira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te clamas y reparas las ofensas de los Papas y de los jefes de la Iglesia, sobre todo de aquellos que se exponen a las ocasiones. Pero tus enemigos continúan acusándote, y viendo Caifás que nada respondes a sus acusaciones, te dice: Te conjuro por el Dios vivo: Dime, eres tú verdaderamente el Hijo de Dios? Y tú, Amor mío, teniendo siempre en tus labios palabras de verdad, con una actitud de majestad suprema y con voz sonora y suave, ante lo cual quedan todos asombrados y los mismos demonios se hunden en el abismo, respondes: Tú lo has dicho: Sí, Yo soy el verdadero Hijo de Dios! Y un día vendré en las nubes del Cielo para juzgar a todas las naciones.

Ante tus palabras, todos quedan en silencio, sintiendo escalofríos de espanto...pero Caifás, después de algunos instantes de espanto, reaccionando furibundamente, más que una bestia feroz, dice a todos: Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ha dicho una inmensa blasfemia! Qué esperamos para condenarlo? Ya es reo de muerte!.y para dar mayor fuerza a sus palabras se rasga las vestiduras, con tanta rabia y furor, que todos, como si fuesen uno solo, se lanzan contra ti, Bien mío; y hay quien te da puñetazos en la cabeza, quien te tira por los cabellos, quien te da bofetadas; unos te escupen en la cara, otros te pisotean con los pies. Los tormentos que te dan son tales y tantos que la tierra tiembla y los cielos quedan sacudidos... Amor mío y vida mía, al ver que tanto te atormentan, mi pobre corazón queda lacerado por el dolor. Ah, permíteme que salga de tu dolorido corazón, y que yo en tu lugar afronte todos estos ultrajes. Ah, si me fuese posible, quisiera arrebatarte de entre las manos de tus enemigos, pero tú no quieres, porque esto lo exige la salvación de todos. Y yo me veo obligada a resignarme. Pero, dulce Amor mío, déjame que al menos te limpie, que te arregle los cabellos, que te quite los salivazos, que te limpie y te seque la sangre, y que me encierre en Ti.

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

DECIMA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 2 A LAS 3 DE LA MAÑANA, DÉCIMA HORA
Jesús es presentado a Anás

Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar contigo en casa de Anás... Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y sobre tus discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes: Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me han escuchado. A estas dignas palabras tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido tu rostro santísimo.

Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has despertado. Tenías razón: Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte. Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por tu amor. Te compadezco por este ultraje, y unida a ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes y por las murmuraciones. Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe. También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso tu corazón y en él continúo mi sueño.

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

NOVENA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LA 1 A LAS 2 DE LA MAÑANA, NOVENA HORA
Jesús, atado, es hecho caer en el torrente Cedrón

Amado Bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el sueño. Cómo puedo abandonarme del todo al sueño si veo que todos te dejan y huyen de ti? Los mismos Apóstoles, el ferviente Pedro, que hace poco dijo que quería dar su vida por ti..., el discípulo predilecto que con tanto amor has hecho reposar sobre tu Corazón, ah, todos te abandonan y te dejan a merced de tus crueles enemigos... Jesús mío, estás solo, y tus purísimos ojos miran a tu alrededor para ver si alguno de aquellos a quienes has hecho tanto bien, te sigue para testimoniarte su amor y para defenderte,,,y al descubrir que ninguno, ninguno ha quedado fiel, el corazón se te oprime y rompes en amargo llanto, pues sientes aún mas el dolor por el abandono de tus más fieles amigos que por lo que están haciéndote tus mismos enemigos. No llores, Jesús mío, o haz que yo llore contigo... 

Y mi amable Jesús parece que me dice: Ah hija mía, lloremos juntos la suerte de tantas almas consagradas a Mí y que por pequeñas pruebas o por incidentes de la vida no se ocupan de Mí y me dejan solo. Lloremos juntos por tantas otras almas tímidas y cobardes que por falta de valor y de confianza me abandonan; por tantos Sacerdotes que al no hallar su propio gusto en las cosas santas, en la administración de los Sacramentos, no se ocupan de Mí..; por otros que predican, que celebran la Santa Misa o que confiesan por amor al interés y a su propia gloria, y mientras parece que están a mi alrededor, siempre me dejan solo...ah hija mía. Qué duro es para Mí este abandono! No sólo me lloran los ojos sino que me sangra el Corazón. 

Ah, te ruego que mitigues mi acerbo dolor prometiéndome que no me dejarás nunca más solo. Sí, oh mi Jesús, te lo prometo, ayudada por tu gracia y en la firmeza de tu Voluntad Divina! Pero mientras lloras por el abandono de los tuyos, tus enemigos no olvidan ningún ultraje que puedan hacerte. Oprimido y atado como estás, oh Bien mío, tanto que no puedes por ti mismo dar un paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas de piedras y de espinas; no hay movimiento que te hagan hacer en el que no te hagan tropezar en las piedras y herirte con las espinas...ah Jesús mío, veo que mientras te maltratan, vas dejando tras de ti tu Sangre preciosa y los rubios cabellos que te arrancan de la cabeza... 

Vida mía y todo mío, permíteme que los recoja, a fin de poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aún de noche dejan de herirte; al contrario, se aprovechan de la noche para herirte aún más, unos con sus encuentros, otros con placeres, con teatros y diversiones, otros se sirven de la noche hasta para llevar a cabo robos sacrílegos...jesús mío, me uno a ti para reparar por todas estas ofensas que se hacen en la noche... Mas, oh Jesús, ya estamos en el torrente Cedrón, y los pérfidos judíos te empujan a él, y al empujarte te hacen que te golpee contra las piedras que hay ahí, y con tanta fuerza que de tu boca derramas tu preciosísima Sangre, con la cual dejas selladas aquellas piedras...después, tirando de ti, te arrastran bajo aquellas aguas negras, a las que te entran por los oídos, en la nariz y en la boca...oh amor incomparable, quedas todo bañado y como cubierto por un manto por aquellas aguas negras, nauseantes y frías. Y en ese estado representas a lo vivo el estado deplorable de las criaturas cuando cometen el pecado. 

Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicia que da asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, de modo que atraen sobre ellas los rayos de la Divina Justicia! Oh vida de mi vida, puede haber amor más grande? Para despojarnos de este manto de inmundicia permites que tus enemigos te hagan caer en ese torrente, y para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas, permites que esas aguas penetren hasta en tus entrañas, tanto que tus enemigos, temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores tormentos, te sacan fuera...pero causas tanta repugnancia que ellos mismos sienten asco de tocarte. Mansísimo Jesús mío, ya estás fuera del torrente, y mi corazón no resiste al verte tan empapado por esta agua repugnantes. Veo que por el frío tiemblas de pies a cabeza; miras a tu alrededor buscando con los ojos, lo que no haces con la voz, uno al menos que te seque, que te limpie y te caliente..., pero en vano; no hay nadie que se mueva a compasión por ti; los tuyos te han abandonado, y la dulce Mamá está lejos porque así lo dispone el Padre... Pero aquí me tienes, Jesús, ven a mis brazos. Quiero llorar hasta formarte un baño para limpiarte y lavarte, y con mis manos reordenarte los desordenados cabellos... Amor mío, quiero encerrarte en mi corazón para calentarte con el calor de mis afectos; quiero perfumarte con mis deseos insistentes; quiero reparar estas ofensas y empeñar mi vida junto con la tuya para lavar a todas las almas; quiero ofrecerte mi corazón como lugar de reposo, para poderte reconfortar en algún forma por las penas que has sufrido hasta aquí...después continuaremos de nuevo el camino de tu Pasión. 

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

jueves, 6 de abril de 2017

OCTAVA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 12 DE LA NOCHE, A LA 1 DE LA MAÑANA, OCTAVA HORA
La captura de Jesús

Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se aproximan los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugándote la sangre y reanimado por los consuelos recibidos. Veo nuevamente a tus Apóstoles, a quienes llamas y los amonestas y te los llevas contigo, y sales al encuentro de tus enemigos, queriendo con esto reparar con tu prontitud mi lentitud, mi desgana y mi pereza en obrar y en sufrir por tu amor. Más, oh Jesús mío qué escena tan estrujante veo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, el cual, acercándose a ti y poniendo un brazo a tu hombro te saluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desdeñas el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y lo estrechas a tu Corazón queriendo arrancarlo del infierno, dándole muestra de nuevo amor... Jesús mío, cómo es posible no amarte? La ternura de tu amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y sin embargo, no te aman. Más, oh Jesús mío, en este beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingimientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad, y sobre todo en los sacerdotes. Tu beso, además, declara que a ningún pecador, con tal que venga a ti humillado y arrepentido, rehúsas perdonarlo. Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced de tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo lo que quieran, yo también Jesús mío, me entrego a tus manos, para que libremente puedas hacer de mí lo que más te agrade. Y junto contigo quiero seguir tu Voluntad, tus reparaciones y sufrir tus penas. Quiero estar siempre en torno a ti para hacer que no haya ofensa que no te repare, amargura que no endulce, salivazos y bofetadas que recibas que no vayan seguidas por un beso y una caricia mía...en tus caídas estarán siempre dispuestas mis manos ayudarte para levantarte. De manera que, oh Jesús, siempre quiero estar contigo, ni un solo minuto quiero dejarte solo; y para estar más segura, introdúceme dentro de ti, y así yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu Corazón y en todo tu Ser para hacer que lo que Tú haces pueda hacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y no pasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte por todo mi correspondencia de amor. Dulce Bien mío, a tu lado estaré para defenderte, para aprender tus enseñanzas y para numerar una por una todas tus palabras... Ah, cómo me descienden dulces en mi corazón las palabras que dirigiste a Judas: Amigo, a qué has venido?. 

Me parece que a mí también me diriges las mismas palabras, no llamándome amiga, sino con el dulce nombre de Hija... Hija, a qué has venido? Y yo te respondo: Jesús, a amarte!... A qué has venido? me dices si hago oración; A qué has venido? me repites desde la Hostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro, o si duermo... Qué hermoso reclamo para mí y para todas las almas Pero cuántos, a tu pregunta A qué has venido? responden: Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pregunta A qué has venido? responden con irse al infierno... Cuánto te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomar esas mismas sogas con que van a atarte tus enemigos, para atar a estas almas y evitarte este dolor. Y de nuevo oigo tu voz ternísima que ahora dice, mientras sales al encuentro de tus enemigos: A quién buscáis? y ellos responden: A Jesús Nazareno. Y Tú les dices: YO SOY, los vuelves a llamar a la vida, y por ti mismo te entregas en manos de tus enemigos. Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de quedar humildemente postrados a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan te hacen caer por tierra, te pisotean, bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de los milagros, no se rinden, sino que además cada vez más se obstinan...con tus sogas y cadenas suplicas que sean rotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con las dulces cadenas de tu amor. Y a San Pedro, que quiere defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, lo corriges amorosamente, y quieres reparar con esto las obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y que por excesivo celo caen en la culpa. 


Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas parecen añadir algo de más hermoso a tu persona. Tu frente se hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus mismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu rostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capaz de enamorar a tus mismos verdugos; con tus modos suaves y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atreven a ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes... Oh Amor encadenado y atado. Es que vas a permitir que estando Tú atado por mí, para probar más que me amas, yo, que soy tu pequeña hija, esté sin cadenas? No, no! Con tus manos santísimas átame con tus mismas sogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso tu frente divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y que ates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendo las dulzuras de tus amorosas cadenas, no se atrevan a ofenderte más. Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y la mente está cargada de sueño; voy a hacer lo más que pueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende, me quedo en Ti para seguir lo que haces Tú; es mas, Tú mismo lo harás por mí en ti, Jesús mío, dejo mis pensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respiración para hacerte compañía, mis latido para que te digan siempre que te amo y para darte el amor que no te dan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas. Jesús mío, bendíceme; y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en tu adorable Corazón, para que por tus latidos, acelerados por el amor o por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente y así no quede interrumpida nunca nuestra compañía...

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OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

miércoles, 5 de abril de 2017

SEPTIMA HORA de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo

LAS HORAS DE LA PASIÓN DE N. S. JESUCRISTO

PREPARACIÓN PARA ANTES DE LA MEDITACIÓN:
Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia suplico a tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de Cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la Hora... y por las que no puedo meditar, te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si, en efecto, hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en tu corazón empiezo...

DE LAS 11 A LAS 12 DE LA NOCHE, SEPTIMA HORA
Tercera hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

Dulce bien mío, mi corazón no resiste...te miro y veo que sigues agonizando; la sangre como en arroyos te chorrea de todo el cuerpo y con tanta abundancia que no sosteniéndote de pie, has caído en un lago. Oh amor mío, se me rompe el corazón viéndote tan débil y agotado! Tu rostro adorable y tus manos creadoras se apoyan en la tierra y se llenan de Sangre...; me parece que a los ríos de iniquidad que te mandan las criaturas, quieras Tú dar ríos de sangre para hacer que todas las culpas queden en éstos ahogadas, y dar así con tu Sangre a cada uno el perdón. Más, oh Jesús mío, reanímate, ya es demasiado lo que sufres; baste ya hasta aquí a tu amor! Y mientras parece que mi amable Jesús muere en su propia sangre, el amor le da de nuevo vida. Lo veo moverse penosamente, se pone de pie y así, cubierto de sangre y fango, parece que quiere caminar, pero no teniendo fuerzas, fatigosamente se arrastra...dulce vida mía, déjame que te lleve entre mis brazos... Es que vas, acaso, a tus amados discípulos? Pero cuánto es el dolor de tu adorable corazón al encontrarlos nuevamente dormidos! Y Tú con voz apagada y trémula los llamas: Hijos míos, no durmáis, la hora está próxima. no veis a qué estado me he reducido? Ah ayudadme, no me abandonéis en estas horas extremas. Y casi vacilante estás a punto de caerte a su lado mientras Juan extiende sus brazos para sostenerte. Estás tan irreconocible que de no haber sido por la suavidad y dulzura de tu voz, no te habrían reconocido. Después, recomendándoles que estén despiertos y que oren, vuelves al Huerto, pero con una segunda herida en el Corazón. En esta herida veo, oh bien mío, todas las culpas de aquellas almas que a pesar de las manifestaciones de tus favores en dones, caricias y besos, en las noches de la prueba, olvidándose de tu amor y de tus dones se quedan somnolientas y adormiladas, perdiendo así el espíritu de continua oración y vigilancia. Jesús mío, es cierto que después de haberte visto y después de haber gustado tus dones, se necesita gran fuerza para quedar privados y resistir; sólo un milagro puede hacer que esas almas resistan la prueba. Por eso, mientras te compadezco por esas almas, cuyas negligencias, ligerezas y ofensas son las más amargas para tu corazón, te ruego que en el momento que llegasen a dar un solo paso que pudiera en lo más mínimo entristecerte, las rodees de tanta Gracia que las detengas, para que no pierdan el espíritu de continua oración.

Dulce Jesús mío, mientras vuelves al Huerto parece que ya no puedes más; levantas al Cielo el rostro cubierto de sangre y de tierra y por tercera vez repites: Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz...; Padre Santo, ayúdame, tengo necesidad de consuelo; es verdad que por las culpas que he tomado sobre Mí soy repugnante, despreciable, el último entre los hombres ante tu Majestad infinita; tu Justicia está airada contra Mí; pero mírame, oh Padre, pues siempre soy tu Hijo y formo una sola cosa contigo. Ah, socorro, piedad, oh Padre, no me dejes sin consuelo!. A continuación, oh Bien mío, me parece escuchar que llamas en tu ayuda a la querida Mamá: Dulce Mamá, estréchame entre tus brazos como me estrechabas siendo niño; dame aquella leche que tomaba de ti para darme fuerzas y endulzar las amarguras de mi agonía; dame tu corazón que es todo mi contento. Madre mía, Magdalena, Apóstoles queridos, vosotros todos los que me amáis, ayudadme, confortadme, no me dejéis solo en estos momentos extremos, hacedme todos corona a mi alrededor, dadme el consuelo de vuestra compañía y de vuestro amor... Jesús, amor mío, quién puede resistir viéndote en estos extremos? Qué corazón será tan duro que no se rompa viéndote ahogado en tu sangre? Quién no derramará a torrentes amargas lágrimas al escuchar los dolorosos acentos con que buscas ayuda y consuelo? Jesús mío, consuélate; veo que ya el Padre te envía un ángel como consuelo y ayuda, para que puedas salir de este estado de agonía y puedas entregarte en manos de los judíos.

Y mientras Tú estás con el ángel, yo recorreré Cielos y tierra. Tú me permitirás que tome esta sangre que has derramado para que pueda dársela a todos los hombres como prenda de salvación para cada uno y llevarte el consuelo de la correspondencia de sus afectos, latidos, pensamientos, pasos y obras. Celestial Madre mía, vengo a Ti para que juntas vayamos a todas las almas y les demos la sangre de Jesús. Dulce Mamá, Jesús quiere consuelo, y el mayor consuelo que podemos darle es llevarle almas...magdalena, acompáñanos; ángeles todos, venid a ver a qué estado se ha reducido Jesús. El quiere consuelo de todos y es tal y tan grande el abatimiento en que se encuentra que no desdeña a ninguno. Jesús mío, mientras bebes el cáliz lleno de intensas amarguras que el Padre te ha enviado, oigo que suspiras más, que gimes y que deliras, y con voz sofocada dices: Almas, almas, venid aliviadme, tomad sitio en mi Humanidad! Os quiero, os suspiro! Ah, no seáis sordas a mi voz, no hagáis vanos mis deseos ardientes, mi sangre, mi amor, mis penas! Venid almas, venid!. Delirante Jesús mío, cada uno de tus gemidos y suspiros es una herida para mi corazón, herida que no me da reposo, por lo que hago mía tu sangre, tu Querer, tu celo ardiente, tu amor, y recorriendo Cielos y tierra quiero ir a todas las almas para darles tu sangre como prenda de salvación y llevártelas a Ti para calmar tus anhelos, tus delirios y endulzar las amarguras de tu agonía, y mientras hago esto, acompáñame Tú mismo con tu mirada...

Madre mía, vengo a ti porque Jesús quiere almas, quiere consuelo; dame, pues, tu mano materna y recorramos juntas todo el mundo en busca de almas...encerremos en su sangre los afectos, los deseos, los pensamientos y obras, los pasos de todas las criaturas e incendiemos sus almas con las llamas de su Corazón para que se rindan, y así, metidas en su sangre y transformadas en sus llamas las conduciremos en torno a Jesús para endulzarle las penas de su amarguísima agonía. Ángel mío de mi guarda, precédenos tú y prepáranos las almas que han de recibir esta Sangre para que ninguna gota se quede sin su copioso efecto. Madre mía, pronto, pongámonos en camino; veo que Jesús nos sigue con su mirada, escucho sus repetidos sollozos que nos incitan a apresurar nuestra tarea. Y he aquí, oh Mamá, que ya a los primeros pasos nos encontramos a las puertas de las casas donde yacen los enfermos. Cuántos miembros llagados! Cuántos enfermos, bajo la atrocidad de los dolores prorrumpen en blasfemias e intentan quitarse la vida... Otros se ven abandonados por todos y no tienen quien les dé una palabra de consuelo ni los más necesarios socorros, y por eso más se lamentan contra Dios y se desesperan. Ay Mamá, escucho los sollozos de Jesús, pues ve correspondidas con ofensas sus más delicadas predilecciones de amor, que hacen sufrir a las almas para hacerlas semejantes a El. Ah, démosles su Sangre para que las provea de las ayudas necesarias y les haga comprender con su luz el bien que hay en el sufrir y la semejanza que adquieren con Jesús.

Y tú, Madre mía, ponte a su lado y como Madre afectuosa toca con tus manos maternas sus miembros doloridos, alíviales sus dolores, tómalas en tus brazos y derrama de tu Corazón torrentes de gracias sobre todas sus penas. Haz compañía a los abandonados, consuela a los afligidos; para quienes carecen de los medios necesarios dispón tú las almas generosas que los socorran; a quienes se encuentran bajo la atrocidad de los dolores obtenles consuelo y reposo; para que así, aligerados, puedan con mayor paciencia sobrellevar todo lo que Jesús dispone para ellos. Sigamos nuestro recorrido y entremos en la estancia de los moribundos... Madre mía, qué terror! Cuántas almas hay a punto de caer en el infierno! Cuántas, después de una vida de pecado quieren dar el último dolor a ese Corazón repetidamente traspasado, sellando su último respiro con un último acto de desesperación! Muchos demonios están en torno a ellas infundiendo en su corazón terror y espanto de los divinos juicios, dándoles así el último asalto para llevarlas al infierno; desearían avivar las llamas del infierno para envolverlas a ellas y no dar así lugar a la esperanza...otras, atadas por los apegos de la tierra no saben resignarse a dar el último paso...ah Mamá son los últimos momentos, tienen mucha necesidad de ayuda, no ves cómo tiemblan, cómo se debaten entre los espasmos de la agonía, cómo piden ayuda y piedad? La tierra ya ha desaparecido para ellas. 

Mamá Santa, ponles tu mano materna sobre sus heladas frentes y acoge Tú sus últimos respiros. Demos a cada moribundo la sangre de Jesús, la que poniendo en fuga a todos los demonios, disponga a todos a recibir los últimos Sacramentos y los prepare a una buena y santa muerte. Démosles el consuelo de la agonía de Jesús, sus besos, sus lágrimas y sus llagas; rompamos las ataduras que los tienen sujetos; hagamos oír a todos las palabras del perdón y pongámosles tal confianza en el corazón que hagamos que se arrojen en los brazos de Jesús. Y así El, cuando los juzgue, los encuentre cubiertos con su Sangre y abandonados en sus brazos haga que quieran recibir todo su perdón. Pero continuemos, oh Mamá. Tus ojos maternos miren con amor la tierra y se muevan a compasión por tantas pobres criaturas que necesitan esta Sangre...Madre mía, me siento incitada por la mirada indagadora de Jesús a correr, porque quiere almas. Siento sus gemidos en el fondo de mi corazón que repiten: Hija mía, ayúdame, dame almas... Mira, Mamá, como está llena la tierra de almas que están a punto de caer en el pecado, y cómo Jesús rompe en llanto viendo su Sangre sufrir nuevas profanaciones...hace falta un milagro que les impida la caída; démosles pues, la Sangre de Jesús para que encuentren en ella la fuerza y la gracia para no caer en el pecado. Un paso más, Madre mía, y he aquí otras almas ya caídas en culpa, las cuales necesitan una mano que las levante. Jesús las ama pero las mira horrorizado porque están enfangadas, y su agonía se hace aún más intensa. Démosles la Sangre de Jesús para que encuentren así esa mano que las levante...mira, Mamá, son almas que tienen necesidad de esta Sangre, almas muertas a la gracia. 

Oh, qué lamentable es su estado! El Cielo las mira y llora con dolor, la tierra las mira con repugnancia; todos los elementos están contra ellas y quisieran destruirlas, porque son enemigas del Creador. Oh Mamá, la Sangre de Jesús contiene la vida: démosela pues, para que a su contacto estas almas resuciten y resurjan más hermosas, y hagan así sonreír a todo el Cielo y la tierra. Pero sigamos, oh Mamá. Mira, hay almas que llevan la marca de la perdición, almas que pecan y huyen de Jesús, que lo ofenden y desesperan de su perdón...son los nuevos Judas dispersos por la tierra, que traspasan ese corazón tan amargado. Démosles la Sangre de Jesús para que esta Sangre borre en ellos la marca de la perdición y les imprima la de la salvación; para que ponga en sus corazones tanta confianza y amor después de la culpa que los haga correr a los pies de Jesús y estrecharse a esos pies divinos para no separarse jamás...mira, oh Mamá, hay almas que corren locamente hacia la perdición y no hay quien detenga su carrera. Ah, pongamos esa Sangre ante sus pies para que al tocarla, ante su luz y ante sus voces suplicantes, que quieren salvarlas, puedan retroceder y ponerse en el camino de la salvación... 

Continuemos, Mamá, nuestro recorrido. Mira, hay almas buenas, almas inocentes en las que Jesús encuentra sus complacencias y su descanso de la Creación, pero las criaturas están en torno a ellas con tantas insidias y escándalos para arrancar esta inocencia y convertir las complacencias y el descanso de Jesús en lágrimas y amarguras, como si no tuvieran más fin que el de dar continuos dolores a ese Corazón divino...sellemos y circundemos pues su inocencia con la Sangre de Jesús, para que sea como un muro de defensa para que en ellas no entre la culpa: pon en fuga, con su Sangre, a quienes quisieran contaminarlas, y consérvalas puras y sin mancha para que en ellas Jesús encuentre su descanso de la Creación y todas sus complacencias, y por amor de ellas se mueva a piedad de tantas otras pobres criaturas... Madre mía, pongamos estas almas en la Sangre de Jesús, atémoslas una y otra vez con el Santo Querer de Dios, llevémoslas a sus brazos y con las dulces cadenas de su amor atémoslas a su Corazón para endulzar las amarguras de su mortal agonía... Pero escucha, oh Mamá esta sangre grita y quiere todavía más almas...corramos juntas y vayamos a las regiones de herejes y de infieles... Cuánto dolor siente Jesús en estas regiones! El, siendo vida de todos, no recibe en correspondencia ni siquiera un pequeño acto de amor y no es conocido por sus mismas criaturas...ah Mamá, démosles esta Sangre para que les disipe las tinieblas de la ignorancia o de la herejía, para que les haga comprender que tienen un alma, y abra para ellas el Cielo. Después pongámoslas en torno a El como tantos hijos huérfanos y desterrados que al fin encuentran a su Padre, y así Jesús se sentirá confortado en su amarguísima agonía. 

Pero parece que Jesús no está aún contento, porque quiere más almas. En estas regiones de paganos e infieles siente que de sus brazos le son arrancadas las almas de los moribundos para ir a precipitarse en el infierno. Estas almas están ya a punto de expirar y caer en el abismo, no hay nadie a su lado para salvarlas. El tiempo apremia, los momentos son extremos y se perderán sin duda! No, Mamá, esta Sangre no será derramada inútilmente por ellas, por tanto volemos inmediatamente hacia ellas y derramemos sobre su cabeza la sangre de Jesús para que les sirva de Bautismo e infunda en ellas la Fe, la Esperanza y la Caridad...Ponte a su lado, Mamá, y suple Tú todo lo que les falta; más aún, déjate ver; en tu rostro resplandece la belleza de Jesús, tus modos son en todo iguales a los suyos, y por eso, viéndote, podrán conocer con certeza a Jesús. Estréchalas después a tu corazón materno, infúndeles la vida de Jesús que tú posees, diles que siendo Tú su madre, las quieres para siempre felices contigo en el Cielo, y así, mientras expiran, recíbelas en tus brazos y haz que de los tuyos pasen a los de Jesús. Y si Jesús mostrase, según los derechos de la justicia, que no puede recibirlas, recuérdale el amor con el que te las confió bajo la Cruz, y reclama tus derechos de Madre, de manera que a tu amor y a tus plegarias El no pueda resistir, y mientras contentará tu Corazón, contentará también tus ardientes deseos. Y ahora, oh Mamá, tomemos esta Sangre y démosla a todos: A los afligidos, para que sean consolados; a los pobres, para que sufran su pobreza resignados y agradecidos; a los que son tentados, para que obtengan la victoria; a los incrédulos, para que en ellos triunfe la virtud de la Fe; a los blasfemos, para que cambien sus blasfemias en bendiciones; a los Sacerdotes, para que comprendan su misión y sean dignos ministros de Jesús; toca sus labios con esta Sangre para que no digan palabras que no sean de gloria de Dios; toca sus pies para que corran y vuelen en busca de almas y las conduzcan a Jesús...Demos esta Sangre a quienes rigen los pueblos, para que estén unidos y tengan mansedumbre y amor hacia sus súbditos. Volemos ahora hacia el Purgatorio y demos también esta Sangre a las almas penantes, pues ellas lloran y suplican esta Sangre para su liberación... No escuchas, Mamá, sus gemidos y sus delirios de amor que las torturan, y cómo continuamente se sienten atraídas hacia el Sumo Bien? Ves cómo Jesús mismo quiere purificarlas para tenerlas cuanto antes consigo? El las atrae con su amor, y ellas le corresponden con continuos ímpetus de amor hacia El, pero al encontrarse en su presencia, no pudiendo aún sostener la pureza de la divina mirada, no pueden sino retroceder y caer de nuevo en las llamas de amor purificadoras...madre mía, descendamos en esta profunda cárcel y derramando sobre ellas esta Sangre, llevémosles la luz, mitiguemos sus delirios de amor, extingamos el fuego que las abrasa, purifiquémoslas de sus manchas, para que así, libres de toda pena, vuelen a los brazos del Sumo Bien; demos esta Sangre a las almas más abandonadas y olvidadas, para que encuentren en Ella todos los sufragios que las criaturas le niegan; demos a todas, oh Mamá esta Sangre, no privemos a ninguna, para que en virtud de Ella todas encuentren alivio y liberación. Haz de Reina en estas regiones de llantos y de lamentos, extiende tus manos maternas y saca de estas llamas ardientes, una por una a todas las almas, haciéndolas emprender a todas el vuelo hacia el Cielo...

Y ahora hagamos también nosotras un vuelo hacia el Cielo. Pongámonos a las puertas eternas y...permíteme, oh Mamá, que también a ti te dé esta Sangre para tu mayor gloria. Esta Sangre te inunde de nueva Luz y de nuevos contentos...y haz que esta luz descienda en beneficio de todas las criaturas para darles a todas la gracia de la salvación. Ahora, Madre mía, dame también Tú a mí esta Sangre...Tú sabes cuánto la necesito. Con tus mismas manos maternas retoca todo mi ser con esta Sangre y retocándome, purifícame de mis manchas, cura mis llagas, enriquece mi pobreza, haz que esta Sangre circule por mis venas y me dé toda la Vida de Jesús, que descienda a mi corazón y me lo transforme en su mismo Corazón, que me embellezca tanto que Jesús pueda encontrar todas sus complacencias en mí. Ahora sí, oh Mamá, entremos en las regiones del Cielo y demos esta Sangre a todos los bienaventurados, a todos los ángeles, para que puedan tener mayor gloria, para que prorrumpan en himnos y acciones de gracias a Jesús y rueguen por nosotros, viadores, para que en virtud de esta Sangre podamos un día reunirnos con ellos. Y después de haber dado a todos esta Sangre vayamos de nuevo a Jesús. Ángeles y santos, venid con nosotras. Ah, El suspira las almas y quiere hacerla entrar todas en su Humanidad para darles a todas los frutos de su Sangre. Pongámoslas, pues, en torno a El y se sentirá volver la Vida y recompensar por la amarguísima agonía que ha sufrido.

Y ahora, Mamá santa, llamemos a todos los elementos a hacerle compañía a fin de que ellos rindan también honor a Jesús...Oh luz del sol, ven a disipar las tinieblas de esta noche paa dar consuelo a Jesús. Oh estrellas, con vuestras centelleantes luces descended del cielo y venid a consolar a Jesús. Flores de la tierra, venid con vuestros perfumes; Pajarillos de los aires, venid con vuestros trinos; elementos todos de la tierra, venid a confortar a Jesús. Ven, oh mar, a refrescar y a lavar a Jesús...El es nuestro creador, nuestra vida, nuestro todo; venid todos a confortarlo, a rendirle homenaje como a nuestro soberano Señor... Pero, ay, Jesús no busca luz, ni estrellas, ni flores, ni aves... El quiere almas, almas! Helas aquí, dulce bien mío, a todas junto conmigo: A tu lado está nuestra Mamá querida...descansa Tú entre sus brazos; también ella tendrá consuelo al estrecharte a su regazo, pues ha participado intensamente en tu dolorosa agonía...también está aquí Magdalena, está Marta, y están todas las almas que te aman de todos los siglos...oh Jesús, acéptalas, y a todas di una palabra de amor y de perdón; en tu amor átalas a todas para que no vuelva a huirte ningún alma...pero parece que me dices: Ah hija, cuántas almas por la fuerza huyen de Mí y se precipitan en la ruina eterna! Cómo podrá, entonces, calmarse mi dolor, si Yo amo tanto a una sola alma cuanto amo a todas las almas juntas?...

Conclusión de la Agonía 

Agonizante Jesús, parece que está por apagarse tu vida, oigo ya el estertor de tu agonía y veo tus hermosos ojos eclipsados por la cercana muerte y tus santísimos miembros abandonados, y siento cada vez más como que ya no respiras, y siento que el corazón se me rompe por el dolor. Te abrazo y te siento helado; te toco y no das señales de vida... Jesús! Estás muerto? Afligida Mamá, ángeles del Cielo, venid a llorar a Jesús; y no permitáis que siga yo viviendo sin El, porque no puedo. Y me lo estrecho más fuete y siento que da otro respiro, y luego que otra vez no da señales de vida...y lo llamo: Jesús, Jesús, vida mía, no te mueras! Ya oigo el ruido de tus enemigos que vienen a prenderte... Quién te defenderá en el estado en que te encuentras? Y El, sacudido, parece que resurge de la muerte a la vida. Me mira y me dice: Hija, estás aquí? Has sido espectadora de mis penas y de tantas muertes como he sufrido? Pues bien, debes saber, oh hija, que en estas tres horas de amarguísima agonía he reunido en Mí todas las vidas de las criaturas, y he sufrido todas sus penas y hasta sus mismas muertes, dándoles a cada una mi misma Vida...Mis agonías sostendrán las suyas; mis amarguras y mi muerte se tornarán para ellas en fuente de dulzura y de vida. Cuánto me cuestan las almas! Si fuese al menos correspondido! Es por eso que has visto cómo, mientas moría, volvía a respirar...eran las muertes de las criaturas que sentía en Mí.

Fatigado Jesús mío, ya que has querido encerrar en ti también mi vida, y por lo tanto también mi muerte, te ruego que por esta amarguísima agonía tuya, vengas a asistirme en el momento de mi muerte. Yo te he dado mi corazón como refugio y reposo, mis brazos para sostenerte y todo mi ser a tu disposición y oh, con cuánto deseo me entregaría en manos de tus enemigos para poder morir yo en lugar tuyo...ven, oh vida de mi corazón, en aquel momento extremo, a darme lo que te he dado, tu compañía, tu Corazón como lecho y descanso, tus brazos como sostén, tus respiros afanosos para aliviar mis afanes, de modo que al respirar lo haré por medio de tu respiración, que como aire purificador me purificará de toda mancha y me prepararás la entrada en la felicidad eterna...más aún, dulce Jesús mío, aplicarás a mi alma toda tu Humanidad santísima, de modo que al mirarme me verás a través de ti mismo y viéndote a ti mismo en mí, no hallarás nada de qué juzgarme; luego me bañarás en tu Sangre, me vestirá con la blanca vestidura de tu Santísima Voluntad, me trasfigurarás en el sol de tu Amor y dándome el último beso me harás emprender el vuelo de la tierra al Cielo... 

Y ahora te ruego que hagas esto que quiero para mí, a todos los agonizantes; estréchatelos a todos en el abrazo de tu amor y dándoles el beso de la unión sálvalos a todos y no permitas que ninguno se pierda. Afligido Bien mío, te ofrezco esta hora, en la que he hecho memoria de tu Pasión y de tu muerte, para desarmar la justa ira de Dios por tantos pecados, por la conversión de los pecadores, por la paz de los pueblos, por nuestra santificación y en sufragio de las almas del Purgatorio. Pero veo que tus enemigos están ya cerca y Tú quieres dejarme para ir a su encuentro. Jesús, permíteme que te bese en la mejilla, donde Judas osará besarte con su beso infernal. Permíteme que te limpie el rostro bañado en sangre, sobre el cual van a llover bofetadas y salivazos. Y Tú, estrechándome fuerte a tu corazón, no dejarás que te deje jamás, sino que harás que te siga en todo... Bendíceme!

✝✝✝

OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA: 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente, que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos... Gracias y Te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te Bendigo". Ah, Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de tus bendiciones y de tus gracias... Ah, Jesús, estréchame a tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.

Dulce Amor mío, debiendo a tender a mis ocupaciones, me quedo en tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a tu Corazón, que tus ojos me miren y lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión contigo. Oh Jesús mío!, mantenme en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer...

martes, 4 de abril de 2017

Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada

Vida Religiosa Contemplativa

Historia de la Congregación: 

Nuestra fundadora, la Rvda. M. María Rosario del Espíritu Santo Lucas Burgos. Nació en Almería el 27 de febrero de 1909 y murió santamente en Córdoba el 5 de enero de 1960. Nuestro Co-fundador, el Rvdo. P. José Antonio de Aldama, S.J. Nació en Sanlúcar de Barrameda (cádiz, el 9 de julio de 1903; murió santamente en Granada el 23 de marzo de 1980. Dos almas con el mismo ideal, que Dios une para llevar a cabo una misión. El Instituto nació por el ardiente deseo de que nuestro Señor Sacramentado no estuviera nunca solo; deseo que, el mismo Señor, puso en ambos cuando todavía no se conocían... "Mi delicia es estar con los hijos de los hombres". La Madre empezó la Obra, mientras el Padre suplicaba insistentemente al Señor, suscitase en su Iglesia una Congregación que llevase a cabo ese deseo de su corazón. 

Se conocieron en los albores del Instituto, cuando empezaban los momentos azarosos. El Padre, fue enviado al Instituto por sus Superiores a la hora de Dios. Cuando hacía falta una mano experta y un corazón que vibrase con ardor por la Eucaristía, capaz de darlo todo por el Instituto. El Padre escribió las Constituciones y el Directorio Espiritual y con mente clarísima y mano prudente fue llevando las cosas por el cauce de la voluntad de Dios.

La Congregación nació el día 24 de diciembre de 1943 en Málaga. Asistieron las cuatro primeras esclavas a la Misa de medianoche y después se fueron a la casita que habían preparado. Fue establecida como Pía Unión en Málaga, el 24 de febrero de 1944. Es trasladada a Granada y el 15 de septiembre de 1948 es aprobada como Congregación de Derecho Diocesano. El 7 de octubre siguiente se celebra solemnemente el acto de erección canónica y hacen los votos perpetuos las primeras profesas. Recibe la aprobación Pontificia el 31 de mayo de 1989.


Carisma:

Las religiosas Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada, han nacido en estos tiempos lanzados hacia un exterior materialista, para dar entre nuestro mundo un testimonio vivo de fe en la sagrada Eucaristía. Tenemos como ideal, imitar en nuestra vida interior y exterior la vida que lleva Jesús en el Santísimo Sacramento, ofreciéndonos en oblación de amor, estrechamente unidas a la Víctima Sagrada del Altar, para mayor gloria de su Eterno Padre (Constituciones).

Con la celebración diaria de la Liturgia de las Horas, participan las Esclavas pública y oficialmente en la oración y en la alabanza del Corazón de Jesús al Padre. Cada religiosa tiene ante el Santísimo dos horas de adoración: una durante el día y otra durante la noche. A esta última se le da un matiz especial de reparación.

¡Estar con Jesús! es el anhelo de toda Esclava del Santísimo.

Es también el espíritu del Instituto esencialmente mariano, viviendo cada día con mayor verdad y plenitud su consagración de Esclavas de María Inmaculada, e inspirándose para ello en los sentimientos del Corazón virginal de la que se llamó a sí misma la Esclava del Señor (Constituciones). Es la esclavitud mariana, un grado superior de filiación.

La Congregación está puesta bajo la protección de la Santísima Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada; la ilusión de su imitación llena nuestras vidas.

"La vida contemplativa de los religiosos estaría incompleta, si no estuviera orientada hacia un amor filial a la que es Madre de la Iglesia y de las almas consagradas". (San Juan Pablo II).

A diario la invocamos con el rezo completo del Santo Rosario. El Ángelus se canta solemnemente las tres veces litúrgicas, y todas sus fiestas las revestimos de la mayor alegría, solemnidad y amor. 

Bajo la dulce sombra de la Señora pasan silenciosos los días de la esclava, y con la mirada fija en su Madre Inmaculada se sienten fuertes y seguras en su peregrinar hacia Dios. 

Nuestra Propuesta

Vida Contemplativa: Nuestra vocación contemplativa se centra en la adoración, la alabanza y la reparación al Santísimo Sacramento del Altar. En nuestras Iglesias se le tiene solemnemente expuesto día y noche. "Aplicando vuestra capacidad de amar en la adoración y en las plegarias, vuestra existencia grita silenciosamente el primado de Dios, testimonia la dimensión trascendente en la persona humana y lleva a los hombres a pensar y a interrogarse sobre el sentido de la vida". (Juan Pablo II a las religiosas en Sao Paulo).

A la queja de Jesús a los Apóstoles en el huerto: "¿No habéis podido velar una hora conmigo?", quiere responder nuestro instituto, cumpliendo esa misión esencial que la Iglesia tiene en la tierra, de orar, adorar, alabar y reparar. Misión que cumple en unión de Jesucristo, su Cabeza y su Esposo, que es el gran intercesor ante el Padre, al que alaba sin cesar, intercediendo constantemente por el mundo entero.

"Los Institutos y Asociaciones que por ley peculiar aprobada por la Iglesia, han recibido la misión de dar al Sacramento de la Eucaristía el culto de adoración, sepan que cumplen un oficio excelentísimo y que lo cumplen en nombre de la Iglesia" (Pablo VI).

En sus adoraciones, las religiosas, mirando como suyos los intereses de todos el Corazón de Jesús, abren sus corazones a las necesidades de la Iglesia, en una expansión de su amor. Esta oración de intercesión por las necesidades de todos los hombres, es una misión muy especial de vida contemplativa en la Iglesia. Aquí se despliega nuestro espíritu apostólico. 

La vida contemplativa se cultiva dentro de un ambiente de un clima de silencio y recogimiento necesario para la vida de oración y trato con Dios. Este ambiente da a la casa religiosa el clima ideal para la vida de oración; que, eso es precisamente la contemplación, una vida, no unos ratos de oración. Una vida hecha minuto a minuto oración por la elevación de la mente y del corazón al Señor.

Trabajo: Conforme a la tradición sagrada de la vida religiosa, alternamos la oración con el trabajo, tomándolo no sólo como ley natural impuesta por Dios, sino también como ejercicio de penitencia y deber de justicia con el Instituto (Const.).

Dedicamos nuestro trabajo manual a toda clase de labores destinadas al culto divino, y algunos otros trabajos que al menos tengan carácter artístico religioso. 

Los diferentes oficios de la casa los desempeñan distintamente las religiosas que designa la obediencia. Aunque se tienen en cuenta las aptitudes personales. 

De este modo, sus vidas se hacen fecundas para la Iglesia y para el bien de la humanidad por quienes se sacrifican.
Modelo para nosotras es la Sagrada Familia, imitando en nuestro trabajo la pura intención, la entrega ilimitada y la mortificación que tanto brillaron en la casa de Nazaret. (Const.).

Se tienen dos horas de recreación: una después de la comida y otra después de la cena. Estas recreaciones se tienen en común, en alegre y regocijada fraternidad.


Conoce el postulantado ... La Congregación cuenta con varios noviciados donde puedes formarte y conocer si tu vocación es verdadera: 

En España: 
Cuenca - Plaza de la Merced, 5  -  Tel. 969 214 505

En América:
Hatillo, Puerto Rico - Call Box 69001, Suite 180  -  Tel. 787-8 202866

Mataquescuintla, (Jalapa) Guatemala - 
Monasterio Nuestra Señora del Magníficat  -  Tel. 7924 2563

Puerto Barrios, Guatemala  -  10a calle - 17a Avenida BARRIO DE LA ESPERANZA. 
Tel. 00502 5294 3656  -  00502 7948-8377